Cultura, suspense, ronquidos y algún que otro alarido, en Autocine El Sur

2 min


Nayma Beldjilali Pérez en el Autocine El Sur de Villafranqueza (Alicante)

¡Muy buenas queridos alicantinos! Hoy vamos a hablar de un evento cultural como no hay otro… ¡o debería decir, siesta cultural! Y es que, resulta que la mismísima concejal de cultura del Ayuntamiento de Alicante, Nayma Beldjilali Pérez, decidió honrar con su ilustre presencia el Autocine El Sur de Villafranqueza. Sí, esas pantallas grandes que nos recuerdan que todavía no nos hemos comprado un televisor decente para nuestra casa.

Suspense entre ronquido y ronquido

Preparémonos para sumergirnos en el suspense, en la emoción, en el… ¡Uy!, perdonen, parece que me contagié del protocolo de la situación y casi me echo una siesta yo también. Bueno, retomando la trama, resulta que nuestra protagonista, la señorita Beldjilali Pérez, asistió a la proyección de una película que – según críticos y algodoncillos de palomitas superiores a nosotros – era… cómo decirlo… una obra maestra de las que harían a Buñuel revolverse en su asiento. Pero, queridos amigos, es bien conocido que en el mundo del arte, la línea entre lo genial y lo somnífero es tan delgada como la que divide una butaca cómoda de una apestosa banqueta de madera.

Ah, pero Nayma, la noble guardiana de las artes y los bostezos culturales, se sentó tan erguida y digna como una estatua griega en su coche, preparada para deleitarse con la cinematográfica oferta. Y cuando las luces se atenuaron y la pantalla se iluminó, sucedió lo impensable…

¡El silencio se llenó del dulce sonido de una concejal roncando!

Sí, señoras y señores, la película era más efectiva que un ejército de ovejas y un montón de cuentos de la abuela. Mientras los coches a su alrededor se llenaban de suspiros, ojos llorosos y alguna que otra palabrota de impaciente espectador, nuestra estimada concejal se meció suavemente en los brazos de Morfeo, ofreciendo un concierto sinfónico de ronquidos que sin duda añadieron una banda sonora inesperada a la película, que ni la mismísima banda Los claveles podrían superar…. Y yo me pregunto, ¿habrá considerado el autocine cobrar extra por esta “experiencia inmersiva”? Porque no todos los días se tiene la oportunidad de disfrutar de una película con efectos de sonido en vivo, proporcionados por una alta autoridad cultural.

Pero aquí no termina el chiste… digo, la historia. Lo mejor viene cuando las luces se encienden y la película alcanza su clímax dramático –al que la mayoría de nosotros, simples mortales, nos referimos como «los créditos»– y nuestra querida concejal despierta, estirándose como si nada hubiera pasado, con un elegante bostezo para el público y, para no quedarse corta, suelta la frase del siglo:«Vaya cabezadita me he echado».

¡Claro que sí, concejal! Porque no hay nada que grite «apoyo a la cultura» más fuerte que pagar la entrada solo para hacerle competencia al escritor más destacado del mundo de Morpheus. ¡Señoras y señores, estamos presenciando el nacimiento de una nueva tendencia artística! El «Sleep-In Cinema», donde la calidad de la película se mide en ronquidos por minuto y el protagonista es, sin lugar a dudas, el espectador más dormilón.

Ah, pero espera, que la función aún no ha terminado. Al darse cuenta de su pequeño desliz onírico y consciente de su papel como embajadora cultural, la que fuera dama del foc y amiga de aquel que se dedicaba a comprar trajes de saragüel de segunda mano, la señorita Beldjilali Pérez, quiso dar ejemplo y transformar su cabezadita en un acto de crítica cinematográfica. «La película era tan profunda que decidí explorar sus capas más ocultas desde el interior de mis párpados», podría haber alegado, innovando en técnicas de análisis fílmico.

Y es que, amigos míos, lo que la concejal nos enseñó esa noche bajo las estrellas de Villafranqueza es que el arte también puede ser vivido (o soñado) de formas inesperadas.


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El Negre LLoma
En mis tiempos tenía fama de vago y borracho, pero nada en comparación con los vagos y borrachos de ahora. Es hora de acabar con la costumbre de ser “més gos que el Negre Lloma”, estáis avisados.

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